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La independencia de mi hijo autista



He soñado miles de veces que mi hijo adulto autista sea “independiente” y viva una vida también independiente, hoy me desperté de un sueño preguntándome si estaba lista para cumplir mi sueño y darle a él su espacio para que lo sea.


Me he observado decenas de veces negándole la independencia a mi hijo, dudando de sus capacidades y habilidades en las que yo misma, su padre y toda aquella persona que ha intervenido en su desarrollo, hemos trabajado arduamente por prolongados periodos de tiempo para conquistar los objetivos que nos planteábamos, para que él lograra integrar esas habilidades y desarrollar también esas capacidades que muchas veces me he descubierto negándole, sin darle la oportunidad de probarse a si mismo.


Soy una madre que empuja, que no permite los “no puedo”, que impulsa, que da espacio para que las cosas sucedan y las consecuencias se vivan, sin embargo esta noche en mis sueños, reconocí que soy también una mamá a la que aún le llena terror pensar que su hijo adulto con autismo y con una capacidad de comunicación mermada por sus habilidades de fluidez en el lenguaje, se exponga al “mundo real” sin el acompañamiento de alguien que se comunique con él, comprenda sus retos, intensiones y preferencias.


Esta noche me desperté dudando de mi labor como persona pública que habla constantemente del cambio de paradigma en la mirada hacia las personas autistas, dudo si realmente estoy preparada para tener un hijo autista independiente, de si estoy lista para permitirme pensar en que él caminará por las calles cantando en voz alta las canciones que más le gustan mientras salta y agita sus brazos elevados. Me pregunto si estoy lista para que un adulto autista como mi hijo, entre solo al supermercado, se siente en el piso en la zona de libros y revistas para leer todo lo que encuentre sobre dinosaurios y algunos personajes de Disney que aún disfruta.


¿Estoy preparada para tener un hijo adulto autista autónomo?, la respuesta la obtuve esta noche en mis sueños: “No Lola, no lo estás”. ¿Eso significa que Eric nunca tendrá una vida independiente? “No de la manera que lo piensa tu mente neurotípica, llena de limitaciones y conceptos creados por tu entorno”.


Esta mañana desperté reconociendo que yo y el papá de Eric somos el fundamento del entrono de Eric y ninguno de los dos estamos preparados para darle al mundo la oportunidad de que nuestro hijo les aporte sus maravillosos dones, habilidades, nobleza, conocimiento y buen humor que él tiene. No culpo a nadie, el mundo es como es, yo misma muchas veces me he observado siendo parte de la hostilidad a la que muchas madres y padres de hijos e hijas con altas necesidades de apoyo, como yo, también le tienen miedo.


Los habitantes del planeta no estamos aún preparados para ser un entorno seguro para personas como Eric, ni para personas como Camila, Sofía, Nicolás, Paulo, Sebastián y millones de nombres adicionales que podrían ir en esta lista.


El entorno de todos los que se identifiquen con Eric en el mundo, no es un espacio seguro, no lo es porque está mayormente poblado por personas que no terminamos de ser felices, y no somos felices porque sufrimos y sufrimos, porque observamos la vida desde nuestra ignorancia y por lo tanto no la aceptamos, porque no es como nosotros queremos que sea.


Los Erics del mundo no son como algunos quieren que ellos y ellas sean, o como muchos desearían que lo fueran. Quizá mi hijo no es como yo misma quiero que sea para que los demás logren aceptarlo y hacerlo parte de la sociedad, de una colonia, de una cuadra, de un club, de un grupo. ¿Quién tiene que cambiar? quizá todos, quizá nadie, quizá solamente tengo que cambiar yo, para darme el permiso de dejar de sufrir por ese miedo que me embarga cada vez que imagino a mi hijo caminando por la calle.


Quizá lo mejor para Eric es que yo me una con muchas otras familias que viven con esta incertidumbre, consideremos más bien en una sana dependencia para neustros hijos e hijas y construyamos un espacio que cuente con un entorno seguro en el que todas y todos aquellos que lo habitan, hayan aprendido a dejar de sufrir y ser personas felices.


Y tú ¿estás lista y listo para dejar de sufrir?…


Lola Herrnández Gallardo

Consejera Familiar y Educativa

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