
Lola Hernández
La periodista del autismo
Nací un 28 de marzo en la Ciudad de México. Mi padre murió cuando tenía 12 años de edad, mi madre quedó viuda con cuatro hijas menores y el reto de sacarnos adelante a pesar de su limitada educación escolar.
Desde muy pequeña quise ser maestra. Los niños me apasionaban, sentía que cuando ellos estaban cerca, llenaban cualquier vacío o necesidad que tuviera. Desde muy joven comprendí que las mujeres somos invencibles, capaces de surgir de las cenizas para reinventarnos a través de nuestros más grandes temores. Después de la muerte de mi papá, observé a mi madre desmoronarse por dentro, surgir de nuevo, inventarse una nueva Mary Paz y trabajar incansablemente para sacarnos adelante. La fortaleza de mi madre ha sido mi mejor espada para enfrentar mis desafíos más temibles y mi escudo más grande para protegerme de todos los: “es muy difícil” en los que la colectividad cree. Con esta espada y escudo recibí a mi hijo mayor, Eric, que fue diagnosticado con autismo a los dos años y medio de edad. Al mismo tiempo que recibí el diagnóstico de autismo en la familia, recibí con alegría y miedo, el nacimiento de Ivan.
Podría decir que el diagnóstico de autismo de mi hijo cambió mi vida, pero en realidad mi vida ya había cambiado después de cumplir los 12 años de edad, fue entonces cuando comenzó mi entrenamiento para aprender a tomar decisiones rápidas y radicales: “te caes, lloras y te quedas en el piso culpando a las circunstancias” o “te caes, lloras, te sobas, asumes tu responsabilidad y sigues caminando”.


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