Continuamente, las madres comentan en mis diferentes redes que nadie las ayuda, que nadie lo puede hacer como ellas. Si tan solo esas personas bajaran su nivel de demanda y perfeccionismo con ellas mismas y con los demás, permitirían que otras personas entraran en su vida con mayor facilidad y, por ende, serían capaces de encontrar personas con las que puedan compartir el peso de la responsabilidad que llevan en los hombros al cuidar de su hijo o hija. De la misma manera, permitirían que sus hijos aprendan de otras personas de su manera de convivir de forma fluida y a experimentar el gozo con otros formatos.
Pensar y decir a otra persona que no sabe o no entiende cómo cuidar a nuestro hij@, no significa que lo hará mejor; significa que habrá amargura y resentimiento en tu vínculo con esa persona.
Tratar de controlar cada aspecto de lo que otras personas hacen para ser parte del cuidado de tu hijo es matarle el deseo de ayudar.

Le robas su poder, afectas aún más su autoconfianza, su capacidad de aprender y hacerlo mejor, de la misma manera que nos ocurrió a muchos que tuvimos padres o maestros para los que nada era suficientemente bueno (pero esa es otra historia).
Si nadie te ayuda con el cuidado de tu hijo o hija, quizá significa que estás viendo por encima del hombro las capacidades de otras personas y que tu perfeccionismo, que es el reflejo de tu inseguridad de dejar de ser “una súper mamá o un súper papá”, te está aislando y también está aislando a tu hijo o hija.
Lola Hernández Gallardo
Consejera Familiar y Educativa
Fundadora y moderadora del Grupo de Fortalecimiento para Adultos: Si me cuido te cuido mejor (https://www.lolahernandez.org/grupo-cuidadores).
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