"No se trata de olvidar el pasado,
se trata de cambiar nuestros
pensamientos, emociones y reacciones
ante aquello que ya pasó…"
En la época en la que quedé embarazada de Eric, era una mujer más corriente que común, me sentía pequeñita ante la grandeza que yo observaba en otras mujeres y con las que me comparaba constantemente. Mis experiencias de vida en ese momento, me hacían sentir saturada y desconectada por completo de lo que estaba pensando y sintiendo. Eran tiempos de mucho dolor, rabia y miedo. Desafortunadamente, mi estado de conciencia en 1995, no me permitía entender que el culpar a las circunstancias y a la gente de mi tristeza, de mi miedo y de mi rabia, no tenía nada que ver ni con las situaciones ni con las personas. Tenía todo que ver conmigo misma, con lo pequeñita que yo me veía ante la vida, con lo poquito que pensaba de mí y con las vivencias del pasado que recordaba con añoranza, tristeza y resentimiento.
En ese tiempo en el que tuve la oportunidad de funcionar como el transporte de vida de Eric a la Tierra, no entendía que todo lo que yo pensaba y sentía, estaba afectando la información de las células de mi hijo. Tampoco imaginaba que mis pensamientos y emociones afectarían mi cuerpo y su funcionamiento. No tenía idea de que haber vivido ciertos eventos que me generaron alto impacto emocional, se fijaron en mi memoria de tal manera que cuando me exponía a un ambiente o experiencia que revivía en mí emociones como las que había experimentando en ese momento, mi mente y mi cuerpo podían evocar nuevamente la respuesta emocional que viví en aquel instante inicial, pero de manera inconsciente.
Comento lo anterior porque durante el embarazo de Eric, y también el de Ivan, atravesé ciertas vivencias que en ese momento me generaron emociones de mucho dolor y miedo. Hoy comprendo que esas vivencias me provocaron sentir intenso dolor y miedo, porque mi estado de conciencia no me permitía comprender que yo era enteramente responsable de la manera en la que estaba experimentando esos eventos, y que además, yo tenía el poder de vivir esas emociones de una manera mucho más sabia, menos dañina y desde una perspectiva diferente. En fin, pasé momentos que generaron emociones que me sacudieron el alma y definitivamente sacudieron a ese pequeño ser que llevaba en mi vientre. Esto porque en el momento en el que una mujer queda embarazada, el feto y la madre son un mismo cuerpo y una misma emoción; no hay separación, y esa misma conexión emocional que existe durante la gestación, continúa durante todo el periodo de la lactancia que abarca hasta el primer año de vida y quizá hasta los tres años (que es cuando muchos niños realmente comienzan a identificar las emociones propias de las de otros). Ojalá hubiera sabido todo esto antes de quedar embarazada de Eric y de Ivan. Me hubiera ahorrado y les hubiera ahorrado muchos de los retos emocionales y vivencias que tanto ellos como yo, tendremos que ir sanando a lo largo de nuestras vidas.
Un acontecimiento importante que viví durante el embarazo de Eric, y del cual deseo compartirles antes de continuar la historia, es que en el mes cinco de mi embarazo, CJ y yo recibimos una llamada a las 3:00 am. Era el hermano menor de CJ que nos llamaba para darnos la noticia de que el hermano menor de la mamá de CJ, había salido junto con su novia a atrapar langostas en la bahía de Miami a las 11:00 pm (las langostas se atrapan de noche) y que un ferry comercial que salía del muelle, había golpeado el barco del tío hundiéndolo de manera casi inmediata. En ese momento la novia ya había sido rescatada pero el cuerpo del tío aún no lo encontraban. Debo aclarar que el tío Guillermo (ese era su nombre), fue muy cercano a CJ. Había una excelente relación entre ellos, compartían maneras de pensar y de hablar, había un parecido físico impresionante y definitivamente ambos eran amantes del mar. El tío Guillermo tenía un barco pequeño, era capitán de barcos comerciales, un excelente nadador y había abandonado su amada Cuba años atrás en una pequeña lancha junto con varios otros pasajeros. También era un hábil “atrapador” de langostas. Guillermo tenía todos los atributos para poder librar este inesperado y desastroso accidente. Al día siguiente, CJ y yo nos levantamos muy temprano, cancelamos la cita que teníamos en las oficinas de Migración para tramitar mi residencia Estadounidense, nos arreglamos y nos fuimos hacia el muelle en el que se encontraba reunida la familia del CJ y el tío Guillermo, esperando a que la guardia costera encontrara el cuerpo del tío. Ya se podrán imaginar el ambiente que había en ese lugar: desesperanza, dolor profundo, angustia, frustración, rabia y muchísimas lágrimas. Todas aquellas emociones, llanto y palabras definitivamente a Eric y a mí no nos estaban beneficiando en nada.
Para no dejarles con la duda, el cuerpo del tío fue encontrado 20 horas después del accidente. Lo encontraron con el lado derecho del craneo completamente destrozado al igual que el lado derecho del barco que había golpeado el Ferry y que era el mismo lado en el que aquel marinero cubano capitaneaba felizmente su barco. Asistimos al velorio y el servicio memorial (tradicional en Estados Unidos) y vivimos muchos días entre personas sumamente tristes que no lograban superar el shock de haber perdido a un ser amado de una manera tan inesperada y cruel.
Quizá para algunos lectores la manera en la que me refiero a este catastrófico evento, puede parecer un poco frío y distante. Especialmente cuando menciono que las emociones de la familia del tío Guillermo no nos traían nada bueno a Eric y a mí. La realidad es que en ese momento, me dejé envolver por las emociones que se encontraban en el medio ambiente y me sumergí en el dolor y el shock al igual que todos los familiares. Sin embargo, hoy comprendo que a ese tipo de “eventos”, no deberían asistir los niños menores de edad, ni las mujeres embarazadas. Precisamente porque todas las emociones que está viviendo el colectivo, también impactan a los niños pequeños y/o a ese pequeño ser que se encuentra acurrucado en el vientre materno, y que aún no tiene idea cómo procesar tantas emociones conflictivas que no le pertenecen, pero que no sabe que no le pertenecen...
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