Navegando por Twitter, leí una nota que llamó mi atención. No sé si referirme al autor de la nota como alguien que tiene Asperger, o mejor que es un chico Aspi (como muchas personas se refieren a sí mismas por tener este diagnóstico), que hoy es más bien TEA.
En fin, no me enredaré más con etiquetas, únicamente mencionaré que las notas que él publica me hacen reflexionar sobre la vida, sobre
las personas, los valores, los atributos que nos hacen a todos ser iguales con o sin un diagnóstico.
La nota dice así: “¿Tienes buenos amigos? Sí, son la base de mi vida junto con mi familia y mi novia. Siempre han estado ahí, cuando todo iba bien y cuando todo va mal.”
Después de leer este comentario, que para muchos quizá no tenga nada de extraordinario por ser tan evidente que hasta un niño pequeño puede nombrar. La pregunta entonces es: ¿por qué alguien siente la necesidad de publicar en sus redes sociales un comentario que apela a algo que ocurre de manera tan natural? Probablemente porque existen un incalculable número de personas que por su manera “no convencional” de experimentar el mundo han sido colocadas en la categoría de anti-sociales, raras, ridículas, locas, insoportables y por lo tanto NO gozan de los privilegios que tenemos los “normales” de poder hacer amigos y relacionarnos “bien” con la familia.
¿Es acaso “anormal” desear tener amigos y familia que nos acompañen en momentos en los que quisiéramos que la tierra nos tragara o en los que desearíamos salir corriendo de situaciones que nos sentimos incapaces de superar, o en momentos de inmensa alegría para celebrar nuestros logros, o para compartir nuestros sueños, o simplemente en tiempos de estabilidad y armonía en los que todo parece estar “normal” y solamente queremos sentirnos acompañados? ¿No es acaso una necesidad humana sentirnos acogidos, escuchados, respetados y tomados en cuenta?
¿Por qué hay quienes recurren a las redes sociales para expresar su deseo de ser tomados en cuenta, de tener círculos afectivos en los que se sientan protegidos y contenidos? Marchamos con banderas por la inclusión, el reconocimiento de nuestras nuestras diferencias, la igualdad de condiciones, el respeto por nuestros derechos humanos, pero... ¿ante quién estamos marchando?
Ante una humanidad que se niega a darse cuenta que somos una diversidad unida por lo que nos hace iguales, o quizá ante personas que nos excluimos mutuamente para poder usar a los otros como peldaños para subir la escalera del reconocimiento.
Estoy confundida, no sé si en realidad sabemos que batalla estamos luchando... ¿Estamos auténticamente luchando para que las personas con atributos no aceptados socialmente, sean tomados en cuenta? Desde mi ignorante visión, la lucha deberíamos emprenderla conociendo nuestras propias necesidades de apoyo, respetando y aceptando nuestra individualidad para entonces aceptar y respetar la individualidad de cualquier otro ser humano.
La batalla quizá se vuelva más dulce y menos amarga cuando cada uno de nosotros comprendamos que no necesitamos reparar a nadie, lo que quizá necesitamos es voltear hacia adentro y preguntarnos: ¿qué es esto de la inclusión? ¿por qué volvemos a otros en objetos haciendo de cuenta que hay personas que no necesitan amigos, familia, experiencias sexuales, respeto, reconocimiento y oportunidades?
Intenta relacionarte con alguien que te parece raro, anti-social y diferente, te darás cuenta que ella o él gana un amigo sincero y tu también.
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